domingo, 22 de mayo de 2016

Estilo Romántico

El término estilo romántico se aplica con sentido descriptivo a un cierto tipo de arte, literatura y música, principalmente de principio del Siglo XIX, que comparte una serie de características: individualismo, emoción abierta, dramatismo y afinidad con la naturaleza.

El poeta Baudelaire lo define como “intimidad, espiritualidad, color, aspiración hacia el infinito, expresados por todos los medios que permite el arte”. En ese sentido se le suele compara con su término opuesto, ‘clasicismo’, que por lo general se suele referir, en este contexto, a la tradición ‘académica’.

Durante el siglo XVIII, la tendencia denominada ‘neoclasicismo’ se planteó, como es sabido, como una recuperación (revival) de los valores clásicos de las artes plásticas y de la arquitectura. Ese concepto implicaba tanto al arte de la Antigüedad Clásica, especialmente su escultura y su arquitectura, como a los artistas de los Siglos XVI y XVII que se habían inspirado en aquellos modelos. De todas formas, la diferencia entre ‘clasicismo’ y ‘romanticismo en el arte no queda en absoluto clara, teniendo en cuenta que algunos artistas considerados propiamente ‘románticos’ como Constable o Turner, se inspiraban a su vez declaradamente en modelos clásicos. Un ejemplo muy ilustrativo de esto es el cuadro del pintor romántico inglés Turner titulado ‘Dido construyendo Cartago’ (1815), directamente emparentado con ‘El embarque de la Reina de Saba’ (1648) [véase], del artista barroco francés Claude el propio Turner exigió que ambos cuadros fuesen exhibidos juntos en la National Gallery de Londres. En la obra del francés nos encontramos con una composición rigurosamente organizada, ‘clásica’ hay una perspectiva simple con un único punto de fuga.

La música

Durante el Siglo de las Luces esta modalidad artística fue generalmente relegada a un segundo plano por los estéticos: no era considerada más que un simple juego de sonoridades destinado a proporcionar diversión al espíritu por medio de los sentidos. Eso es lo que afirmaba Kant en la ‘Crítica del Juicio’, y a esa interpretación se adhirieron con pocas variaciones el primer Herder (que luego cambiaría de punto de vista, decantándose hacia el bando ‘romántico’), Winckelmann y Lessing, todos ellos defensores acérrimos del ‘neoclasicismo’.

La escuela romántica, por el contrario, para la cual, como hemos apuntado más arriba, las distintas artes constituían manifestaciones particulares de un principio de actividad único y misterioso en su esencia, concedió a la música un lugar preeminente, ya que, como afirmaban teóricos de esa tendencia, como Wackenroder o Tieck, “... liberada de las limitaciones de la razón, de toda imagen o de todo concepto preciso, puede, mejor que todas las demás artes, expresar el secreto del universo, ser evocación del mundo de los espíritus, del infinito, de lo absoluto”.

Las ideas básicas para esta ‘filosofía musical’ están sacadas de las mismas fuentes que las de todo el movimiento romántico, a saber, de los escritores del Sturm und Drang, para los cuales, efectivamente, la música era la expresión directa, sin concepto, de la emoción. Estas ideas, que ya se hallan presentes en filósofos como Fichte y Schelling, se plasman, en lo que a la música se refiere, en el pensamiento del famoso escritor E.T.A. Hoffmann (1776-1822), que hemos citado ya más arriba, él mismo pianista, compositor y director de orquesta, para el cual el músico era algo así como un ‘sacerdote’, el único capaz de interpretar el jeroglífico de la naturaleza viviente, cuyo mensaje recibía en virtud de una especie de ‘poder mágico’. Sólo la música podría, según él, hacer posible aquel postulado de Schlegel que decía: “Reunir en un solo haz todos los rasgos de la cultura”.
La pintura
Lo que más distingue a los pintores románticos es su afición por reflejar el paisaje, y en esa paisajística se suele intentar reflejar, como apunta Fritz Novotny, el ‘infinito’ y lo inconmensurable este extremo se halla implícito tanto en las reflexiones de los teóricos, poetas y pintores como en los propios cuadros.

Lo dicho no significa, ni mucho menos, que los paisajistas del período inmediatamente anterior (‘neoclásico’) no se percatasen de lo ilimitado del paisaje ni trataran de expresarlo de alguna manera en sus obras; sin embargo, en el clasicismo este sentimiento y esta actitud siempre se encontraron limitados por la disciplina académica: la insistencia en los detalles individuales no dejaba espacio para percibir de un modo cabal la amplitud y la grandeza. En ese sentido se podría considerar a la paisajística romántica como una continuación y un complemento del paisaje clasicista, desde el momento en que el propio concepto de ‘paisaje’ es en sí mismo ‘romántico’.
El paisajismo romántico revista las siguientes cualidades.
  a) Expresar de forma sencilla la monotonía y la inmensidad de los elementos de la naturaleza
  b) Nueva actitud del ser humano ante el mundo natural; más que intentar dominarlo, se adopta un papel contemplativo.
La escultura

Según Novotny, términos como ‘romanticismo’ o ‘realismo’ son difícilmente utilizables en sentido preciso para referirse a la escultura del Siglo XIX. Sólo se puede hablar, en su opinión, de ‘romanticismo’ en un sentido literario, en relación con las temáticas elegidas por los escultores.

Evidentemente, aquella filosofía sentimentaloide de la vida del primer romanticismo que se trasluce en la idea del Jardín Inglés también se reflejó en las esculturas incluidas en tales jardines, así como también en la escultura funeraria; pero eso no era propiamente ‘escultura romántica’.

La arquitectura

El estilo arquitectónico que caracteriza el período estudiado es el llamado Clasicismo Romántico, aparecido en Inglaterra y Francia desde mediados del siglo XVIII y que había sido presagiado en la obra de G.B. Piranesi.

Los primeros cultivadores de esta tendencia fueron los cuatro arquitectos ‘revolucionarios’ que Peter Collins considera los verdaderos precursores de la Arquitectura moderna: John Soane (1753-1857): Principal representante del ‘Clasicismo Romántico’ en Inglaterra. Su estilo se inspira en la obra de Vanbrugh y Hawksmoor, de quienes heredó el eclecticismo –o ‘indiferentismo’ estilístico-, la pasión por la arqueología y la búsqueda deliberada de efectos escultóricos o pictóricos, así como en sus contemporáneos Ledoux y Dance. Manifiesta un gusto lúgubre por las paredes blancas, sin ventanas, y, como Piranesi, por los sarcófagos.Etienne-Louis Boulle (1728-1799): Arquitecto ‘revolucionario’ por antonomasia.


Despreció sistemáticamente a los maestros de la Antigüedad; desdeñaba limitar su imaginación a lo que fuese construible y cómodo (de hecho, algunos de sus proyectos no hubieran podido ser construidos con los materiales y técnicas de la época). Construyó poco, y se dedicó principalmente a la enseñanza. Claude-Nicholas Ledoux (1736-1806): Discípulo de Boullée. Efectos teatrales con masas esféricas y cúbicas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario